BATERÍAS INTELIGENTES DE USO ESPACIAL
Hace más de 15 años, el ingeniero Guillermo Garaventta trabaja en el desarrollo de baterías, principalmente de uso espacial. Actualmente, junto al ingeniero Augusto Zumarraga, y la colaboración del ingeniero Daniel Hamann, son los responsables de construir las baterías espaciales de toda la saga de vectores que involucra al Tronador II.
“Trabajamos a una velocidad vertiginosa y con absoluta pasión”, aseguró el profesional quien, además, es investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) bonaerense. Detalló que el metal con el que se construyen las baterías es el litio, teniendo en cuenta las reservas que existen en el país.
“Trabajamos a una velocidad vertiginosa y con absoluta pasión”, aseguró el profesional quien, además, es investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) bonaerense. Detalló que el metal con el que se construyen las baterías es el litio, teniendo en cuenta las reservas que existen en el país.
“Para el primer vector hicimos cuatro baterías: una para alimentar la electrónica, es decir, la inteligencia del vector, toda la computadora de vuelo y los subsistemas para hacerlo volar. Otra batería es para alimentar la electrónica ante una falla en vuelo, para apagar o detonar el vehículo en caso de perder el control. Y otras dos baterías que suministran la energía para controlar el movimiento del motor que empuja el vector. Entre las cuatro juntas no superan los 60 kilos”, explicó.
Las baterías tienen, además, la característica de funcionar como un sistema de almacenamiento ya que poseen un sistema de protección frente a cortocircuitos múltiples. “Podemos quemar fusibles internos y seguir suministrando energía porque tenemos varios fusibles en cada línea de provisión de energía”, detalló Garaventta.
Otra de las particularidades de las baterías es que poseen una electrónica de control que analiza todo lo que pasa en su interior mientras el cohete vuela y se lo traslada al cerebro de vuelo, y éste luego transmite esa información a la tierra. “No es una simple batería. Es una computadora con baterías adentro”, afirmó.
Por último, el ingeniero expresó que el proyecto “es un orgullo para todos los que trabajamos en el Tronador. Es el primer vector que fabrica el país con el objetivo pacífico deponer satélites en órbita. Y Argentina es el cuarto país de América que tiene esa posibilidad”, concluyó.
Las baterías tienen, además, la característica de funcionar como un sistema de almacenamiento ya que poseen un sistema de protección frente a cortocircuitos múltiples. “Podemos quemar fusibles internos y seguir suministrando energía porque tenemos varios fusibles en cada línea de provisión de energía”, detalló Garaventta.
Otra de las particularidades de las baterías es que poseen una electrónica de control que analiza todo lo que pasa en su interior mientras el cohete vuela y se lo traslada al cerebro de vuelo, y éste luego transmite esa información a la tierra. “No es una simple batería. Es una computadora con baterías adentro”, afirmó.
Por último, el ingeniero expresó que el proyecto “es un orgullo para todos los que trabajamos en el Tronador. Es el primer vector que fabrica el país con el objetivo pacífico deponer satélites en órbita. Y Argentina es el cuarto país de América que tiene esa posibilidad”, concluyó.
Una pyme local en el sistema eléctrico del cohete
Asociado al diseño de las baterías se encuentra el trabajo realizado por la empresa CRUX Sistemas Inteligentes, una pyme tecnológica que se encarga del sistema eléctrico de los vectores.
Concretamente, de las baterías que alimentan los subsistemas y los equipos de soporte en tierra para mantener el estado de carga de las baterías y monitorearlas, entre otras funciones.
El ingeniero Augusto Zumarraga, uno de los socios de CRUX y docente de la Facultad de Ingeniería, dijo que la vinculación con la CONAE viene desde el desarrollo del satélite SAC-D. “Para nosotros es muy positivo porque no sólo se desarrolla un área de conocimiento puntual, sino que uno se involucra en lo que es llevar adelante un proyecto de esta naturaleza”, expresó.
Agregó que “en un proyecto de desarrollo grande siempre está la cuestión de cómo se lo gestiona, que pesa tanto como la tarea técnica en sí misma. Nosotros aprendimos bastante de eso por participar en el proyecto SAC-D”.
Zumarraga destacó, además, que se está haciendo un desarrollo tecnológico que en el país nunca antes se hizo. “Todo se arranca con una idea no muy clara de cómo va a terminar y, cuanto más avanza el proyecto, más fino empieza a ser el entendimiento del tema que se está resolviendo”.
“A veces se discute mucho sobre qué ganamos haciendo cosas que ya fueron desarrolladas por otros países. ‘¿Vale la pena?’ ‘¿Vamos a vendercohetes?’ Yo creo que el impacto que tiene es muy grande. Si uno lo mira a largo plazo como negocio seguro lo ve positivo”, afirmó.
Para el ingeniero, “en el país debería haber más desarrollos y por ahora seguir gestionado desde el Estado, hasta que la cultura de hacer innovación y desarrollo tecnológico se impregne en el ámbito privado. Estamos en un país donde la industria invierte poco en desarrollo. Ahora las cosas están cambiando”.
El profesional puso como ejemplo a la empresa INVAP, que fabrica radares y exporta reactores nucleares. “El puntapié es este tipo de proyectos, donde se empiezan a generar grupos de trabajo que pueden encarar este tipo de problemas. No es el hecho de hacer un cohete en particular sino el de decir ‘yo tengo este grupo de gente que tiene la capacidad de llevar adelante el proyecto’. Es la máquina de hacer los cohetes, no el cohete en sí mismo. Para mí esa es la parte que pesa de todo esto. Es aprender a trabajar en esta clase de proyectos”, concluyó.
Fuente: Revista INGENIAR
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