sábado, 19 de mayo de 2018

¡Hasta siempre Maestro!

Sigue a continuación una excelente nota de Daniel Arias publicada hoy en AGENDAR, destacando la trayectoria profesional de Conrado Varotto, Director Ejecutivo de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Vale la pena leerla detenidamente.

VAROTTO, CON ORGULLO ARGENTINO

El Dr. Conrado Varotto (77), director ejecutivo y técnico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), ha anunciado su jubilación para este 1° de junio. 


Francamente, creemos que es una noticia exagerada. Pero Daniel Arias, de nuestro Comité Editorial, quiso rendirle este homenaje. Y corresponde.

¿UN PRÓCER JUBILADO?

¿Los próceres se jubilan? A veces sí y en serio. Otras veces, sus contemporáneos y su personalidad no los dejan. En AgendAR apostamos a que el caso del Dr. Conrado Franco Varotto caiga en el segundo grupo.

No solemos usar el sustantivo “prócer”, por devaluado, pero Varotto lo merece. Está en el calibre de Jorge “El Mudo” Sabato, el ideólogo del Programa Nuclear Argentino, cuna de nuestras exportaciones de reactores y centros de terapia nuclear. Y además, talla en formación de recursos humanos como “Manolo” Sadosky, fundador y organizador de la computación científica en el país, y origen de nuestra buena performance como exportadores de software.

A nuestra Argentina, a la que llegó de pibe desde la Italia arrasada de posguerra, “El Petiso Varotto” (su nombre casi oficial en su mundo nuclear y espacial), le dio las siguientes cosas:

- El enriquecimiento de uranio, y con ello, la autonomía nacional en combustibles nucleares y la posibilidad de exportar reactores. 

- La fundación de la empresa nuclear INVAP, que lleva exportados 7 reactores nucleares, incluidos el mejor del mundo (Australia) y el más poderoso (Holanda, a construir).

- La refundación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) hasta volverla un tractor tecnológico de la ingeniería espacial criolla, y con 4 satélites propios lanzados, la única verdadera potencia regional en observación de la Tierra.

- La refundación y salvataje de INVAP desde la CONAE en épocas terribles (de 1994 hasta 2000) a través de contratos de diseño y construcción de los satélites SAC-B, A y C.

- El haberle dado a INVAP la ingeniería de los satélites de observación terrestre en microondas más complejos en la historia espacial del Hemisferio Sur: el SAC-D y el el SAOCOM-1A.

- La construcción del segundo radar espacial de apertura sintética en banda L del mundo para el SAOCOM, y con ello el puntapié inicial para que INVAP por su cuenta se lanzara al el diseño y construcción de radares terrestres y aeronáuticos, civiles y militares.

Pero además, hay que añadirel intento de hacer que la Argentina tenga un cohete propio de lanzamiento de satélites de hasta 250 kg. a orbitas de entre 400 y 1000 km. de altura.

Eso último no lo logró aún, hay que darle tiempo. Plata, por las dudas, no le dan casi nunca. Al menos, desde lo del uranio.

¿Por qué se jubila Varotto?

¿Por qué se jubila un tipo así? A los 77 años, Varotto podría contestar a esta pregunta simplemente con su edad: nadie lo creería. ¿Le mostraron la puerta de salida? No sería la primera vez. Lo que nosotros consideramos currículum otros lo ven como prontuario. Es un personaje nada mediático, y más bien volcánico, carismático y recóndito, por decirlo todo con esdrújulas. Quienes trabajan con él se quejan de su “misteriómetro”, de los constantes cambios de rumbo y del trabajo hasta deshoras, pero se inmolan por él y para él. Viven agotados, orgullosos y con ocasionales ganas de subirlo a alguno de sus satélites.

Varotto es más argentino que Ud. o que yo, lector, que simplemente nacimos aquí. En 1950 su padre Luigi dijo, allá en Brugine, provincia de Padua: “Se viene la Tercera Guerra Mundial”. Ex soldado y largamente prisionero de los nazis en algún “stalag”, Luigi ya estaba podrido de guerras. La URSS había testeado su primera bomba atómica en 1948 e iba por la de hidrógeno. ¿Adónde irse? Claramente, no a los EEUU, porque allí, de paz, ni hablar. Australia era una posibilidad: lejos de todo y con un buen sistema educativo público. Pero todavía en 1950, la Argentina reunía las mismas condiciones y era, para cualquier italiano, una opción mucho más “sexy”.

En 1959 a Varotto, flaquito, atlético y sin anteojos, la física que se enseñaba en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA ya le había quedado chica y era alumno del Instituto Balseiro de la Comisión de Energía Atomica, en Bariloche. De la mecánica cuántica a trepar cerros como una cabra montesa: la vida en el Balseiro sigue siendo un poco así, saltos cuánticos o saltos de piedra en piedra, y a veces unos porrazos que te la cuento. Cuando gracias a una beca del CONICET Varotto se postdoctoró en Stanford, en 1968, escribió esta dedicatoria en su tesis: “A mis padres, por haberme traído a un país maravilloso”. Me pregunto si sus profesores entendieron que se refería a la Argentina.

¿Va a tener tiempo de ver volar los SAOCOM, los satélites más innovadores de observación de la Tierra, o su extraño cohete Tronador II, si “lo jubilan”? La reacción de nuestro colega y jefe en AgendAR, Abel Fernández, fue instarnos: “Hay que hacer TODO para conservar a Varotto en actividad. En cualquier actividad. Es un patrimonio de la Argentina”. La reacción de los interrogados en CONAE fue más escéptica: “¿Jubilarse, El Petiso? Sí, se acordó en el directorio: transfiere el cetro. Queda ‘ad honorem’. Pero ojo, mañana el tipo aparece por la puerta sí o sí. El sol, no sé”.

El primer sentido de este artículo es tranquilizar(nos) a los ansiosos. Varotto se jubila “ma non troppo”. Se quedará en la CONAE craneando ideas, algunas de ellas francamente cuerdas, todas inevitablemente audaces, tal vez acaso alguna factible; mientras ajusta sus proyectos a tumbos en las cambiantes circunstancias políticas y económicas argentinas. Con los inevitables porrazos de quien ha vivido a los saltos cuánticos (¡y en Argentina!), eso lo hace bien.

Por el bien mayor de la CONAE, sin embargo, le deberá dar aire de sobra a su sucesor, Raúl Kulichevsky, quien por personalidad y antecedentes, “is the right stuff”: ingeniero aeronáutico, experto en materiales de la CNEA, “años de vuelo” en proyectos clave de la agencia espacial criolla. Y es que desde 2016 la CONAE ya sufrió un cambio de ministerio (hoy está en el MinCyT) y dos años de congelamiento presupuestario: no toleraría un doble comando.

Varotto viene lidiando con cambios generalmente para peor desde 1971, cuando en una CNEA que el país mimaba con presupuesto y protegía con orgullo, era un postdoctorado en Ciencia de Materiales, disciplina que entonces mezclaba de modo irreverente la metalurgia ingenua con la mecánica cuántica. Al Petiso la vida académica le quedaba más chica que sus escarpines de los 4 años: quería fundar una empresa basada en el conocimiento nuclear. Como en la CNEA fundacional amaban a los locos, pudo fundar sin ruido el Proyecto de Investigación Aplicada (PIA) en el Centro Atómico Bariloche. Otro salto cuántico.

El PIA dio origen a su vez, en 1974, a la empresa INVAP, fundada con U$ 5000 dólares de capital. Los ya canosos fundadores, entre ellos el proto-prócer Héctor “Cacho” Otheguy, suelen ocultar esa cifra porque les da vergüenza. Y es que el primer y principal proyecto fue tan secreto como exitoso y se hizo con muy poca plata y preponderancia de componentes tan sofisticados que se podían comprar en las casas de repuestos de automóviles. Eran un poco precarios, pero La Embajada, que monitorea la compra de ciertos sistemas exquisitos, no se anoticiaba de nada raro.

El proyecto madre de INVAP fue el enriquecimiento de uranio, revelado al mundo en 1983, a semanas de que asumiera el presidente Raúl Alfonsín, y a un año y medio de haber perdido una guerra contra el Reino Unido (y por ende, legalmente, contra el resto de la OTAN). Todos los desastres y conquistas posteriores del Programa Nuclear Argentino derivan de ese hecho: sabemos enriquecer uranio. Lo hagamos en la práctica o no, y a qué grado, no pensamos olvidarnos.

Por eso, con tal de que no enriquezcamos uranio “at home”, los 5 países que forman el Consejo de Seguridad de la ONU nos dejan comprar tanto uranio enriquecido al 20% (grado reactor) como pidamos, sin quitarnos un segundo la lupa de encima. Gracias a esas compras, podemos exportar ese tipo de plantas. Salen poco pero pagan bien: Holanda deberá abonar unos 400 millones de euros por el reactor PALLAS que construiremos en la aldea costera de Petten.

No haberse olvidado de cómo enriquecer es fundamental: el mundo nuclear es muy caníbal, y la Argentina ya sufrió dos boicots de combustibles justamente cuando exportó sus dos primeros reactores a Perú. Hoy nadie le compra un caballo a un vendedor que no puede garantizar la provisión de pasto. No aprendimos a enriquecer uranio porque es un deporte chic. Lo hicimos para exportar fierros impresionantes y necesarios. Da plata y cambia la imagen.

A INVAP, que vive sin subsidios y de lo que factura, se la trató de cerrar de todos los modos posibles. La OTAN no se olvida de que nosotros seguimos sin olvidarnos de cómo enriquecer uranio. En tiempos de Alfonsín, la CNEA la dejó totalmente sin contratos. En tiempos de Carlos Menem y como INVAP se negaba a morir, el canciller Guido Di Tella le prohibió también exportaciones millonarias (y supervisadas por la ONU) de tecnología pacífica de combustibles de reactor a Irán. Luego en 1993 el mismo canciller saboteó una “joint venture” con Turquía para fabricar en serie y exportar masivamente centralitas nucleares compactas CAREM, sociedad tejida pacientemente por el embajador Adolfo “Chinchín” Saracho y que en 1988 toda la élite política y de negocios turca descontaba como cosa hecha.

Eso fue un trauma que los nucleares argentinos tardaron 23 años en remontar: el prototipo de 27 MW del CAREM sólo se empezó a construir en 2011, al lado de las Atuchas I y II, en Lima, provincia de Buenos Aires. En 1992, ya al borde del cierre, INVAP tuvo que echar a 800 de sus 1100 expertos, y entre aquella desconsolada multitud se fue El Jefe. Quedó Cacho Otheguy, todavía sin canas, para salvar lo que se pudiera. Varotto pareció bajarse del ring, pero estaba buscando nuevos combates, y la oportunidad se le dio en 1994.

En aras de liquidar toda tecnología dual -es decir, la que tiene usos tanto civiles como militares- argentina, el gobierno del Dr. Carlos Menem había empezado por clausurar la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), organismo dependiente de la Fuerza Aérea. Desbandó los elencos humanos y destruyó físicamente los prototipos de su proyecto chiche: el cohete de dos etapas Cóndor II, bastante dual por su tipo de combustible (sólido, de bajo impulso específico, pero se dispara a toque de botón). En lugar de la CNIE, por asuntos de imagen, Di Tella hizo la CONAE, que debutó como la primera agencia espacial en la historia mundial fundada para no hacer un cohete.

El embajador que la dirigía, típico exponente de la “línea Revlon” (Londres, París, Nueva York) de nuestra cancillería, hacía casi un punto de honor de no entender un comino de fierros. Como imagen, aquello era ridículo incluso para los estándares de incumbencias de la época.

Aquel jefe olvidable cedió paso a un astrónomo, el Dr. Jorge Sahade, un habilidoso urdidor que no estaba dispuesto a que lo cubriera el polvo de la contemplación académica. Sahade reflotó un proyecto de Manuel Sadosky archivado en tiempos alfonsinistas: el satélite de investigación cosmológica SAC-B. Sahade lo veía no tanto como astrónomo, sino como un modo de retener algunos expertos de la vieja CNIE y aprender ingeniería satelital de la propia NASA. En 1994, Varotto sustituyó a Sahade con un plan MUY revolucionario para la época: los satélites debían mirar para abajo, observar la Tierra, no el cielo, dar servicios y ganancias, no “papers” en congresos. Propuso el SAC-C, un satélite todavía hoy complejísimo, con la agricultura argentina como beneficiario principal. Y logró vendérselo… ¡a Domingo Cavallo!

Varotto profundizó la transferencia de tecnología con la NASA, pero pagó un precio. Por falta de oportunidades de lanzamiento más decentes dejó que la agencia espacial estadounidense subiera el SAC-B heredado de Sahade a un lanzador experimental (el Pegasus XL) y se bancó que el maldito cohete hiciera fracasar nuestro satélite. Éste llegó a órbita pero no logró desplegar sus “alas” fotovoltaicas: el Pegasus, lleno de “glitches”, se le había quedado pegado a la espalda, sin expulsarlo debidamente. En el par de órbitas que logró hacer antes de agotar su carga de batería inicial, sin embargo, el SAC-B mostró que funcionaba al 100% de sus sistemas. Ergo, estaba bien construido.

Padre dos veces de la misma criatura

El detalle interesante a aclarar de esta historia: el SAC-B había sido construido por INVAP. Los U$ 15 millones que Varotto le dio, vía CONAE, a la empresa que él mismo había creado 20 años antes, le sirvieron en 1994 para mantenerse viva en una Argentina entre distraída y hostil hasta que “la salvó el estado”. En este caso, el estado egipcio, que le compró un considerable reactor nuclear ETRR de 22 MW, actualmente en funcionamiento en Inshas, en extramuros de El Cairo. Con INVAP, Varotto fue padre dos veces de la misma criatura.

La criatura nunca la tuvo fácil. Vender reactores para fabricar radioisótopos es como ser joyero especialista en mitras papales: se factura bien, pero el tiempo entre una licitación y la siguiente puede ser largo, y la competencia resultar feroz. Con el contrato que le dio Varotto, INVAP logró diversificarse de empresa básicamente nuclear a empresa también espacial, y luego aeroespacial. Los satélites realmente importantes por sus capacidades y la cantidad de países asociados, el SAC-C y el SAC-D, también otorgados por Varotto a la PyME barilochense, la ayudaron no poco en su pobreza, que rebrotó con el exitoso “final de obra” en Egipto… hasta que en 2000 volvió “a salvarla el estado”.

El estado australiano. Le compró el reactor OPAL. Éste opera desde 2006 en Lucas Heights, Sydney, y es considerado el mejor del mundo porque con sólo 20 MW produce tantos radioisótopos que Australia se propone copar con él un 40% del mercado mundial, no se rompe, y además tiene grandes capacidades extra en fabricación de silicio para microelectrónica, investigación aplicada en ciencia de materiales, y entrenamiento de científicos.

INVAP suele pasarla mal durante las presidencias muy liberales: los cancilleres y la OTAN recuerdan bien su pecado original: se fundó para enriquecer uranio. Además, en el Hemisferio Norte no hace maldita la gracia que la mínima INVAP ande ganando licitaciones en las que sólo deberían triunfar empresas gigantes de “países serios”: General Atomics de EEUU, SIEMENS de Alemania, ARÉVA de Francia, ROSATOM de Rusia, AECL de Canadá o KAERI de Corea del Sur. Acaso para aplacar chirridos en el Norte, el gobierno del presidente Mauricio Macri le quitó a INVAP el 94% de su facturación de 2015 en radares de todo tipo y en sistemas aeronáuticos robóticos, además de asestarle la cancelación (definitiva) de los satélites de comunicaciones de la empresa ARSAT.

Hoy INVAP está nuevamente sin poder pagar sueldos, pero por tercera vez en su vida volvió “a salvarla el estado”. El estado holandés, dado que la firma rionegrina habia concursado allí en 2008 y ganado. Entonces Holanda canceló el proyecto por la crisis de Lehman Brothers y “las subprimes”. En 2014 volvió a llamar a licitación, y en enero de 2018 INVAP volvió a ganarle a los mismos finalistas (Rusia y Corea del Sur) de 2008.

Con toda esta historia argentina propia y ajena encima no puede extrañar que Varotto se jubile este año. Tampoco puede extrañar, a quien conozca un poco el personaje, que lo haga “ma non troppo”.

A futuro 

Al frente de la CONAE queda un varottista bien testeado: el Dr. Raúl Kulichevsky. Es probable que haga con la agencia lo que vino haciendo su mentor desde 1994: lo que se puede, lo que lo dejen… y más. Como es costumbre en la CONAE, Kulichevsky deberá partir un pelo en cuatro, multiplicar los panes y los peces, pagar sueldos modestos por trabajo exquisito y dejar proyectos críticos en el freezer para sacar al menos uno adelante. O si puede, dos. Como un pequeño botón de muestra de las dificultades, INVAP liquidó en cuotas los sueldos de marzo, como informamos aquí.

En un repaso de agenda, lo que la CONAE tiene en el “debe”, está lo siguiente:

Lanzar (con 20 años de demora) el SAOCOM 1A. Alguien lo describió así: “No es un satélite con un radar. Es un radar con satélite“. Otro modo de describirlo: algunos de sus iniciadores, como el Dr. Raúl  Colomb, se murieron hace tiempo. En 1998, cuando se lo empezó a mentar, iba a ser el primer satélite-radar en banda L del mundo. Bueno, será el tercero. La JAXA (la agencia espacial japonesa) tuvo la misma idea y al mismo tiempo que Varotto, pero también mucha más plata: lanzó en 2006 y ya van por el segundo TALOS-Daiichi, con resultados científicos, de gobierno y comerciales excelentes. ¿Un ejemplo? De haber estado en servicio en 2003, podría haber evitado la catastrófica inundación de Santa Fe capital. Como sea, el SAOCOM 1A sale al espacio este año, sí o sí.

El lanzador del SAOCOM es un cohete reutilizable Falcon 9 de Space X. Este vector revolucionario tiene poca “herencia de vuelo”, es decir sus disparos exitosos empezaron recién en 2015. El Petiso canjeó riesgo por precio, algo que detesta pero (recordando el SAC-B) ha debido hacer más de una vez en su carrera.

Terminar el SAOCOM 1B, similar al primero en ¿2021? ¿Con un presupuesto en pesos clavado en el de 2015?

Aprovechar comercial y políticamente, aunque más no sea con un solo satélite la “constelación” de radar SAOCOM criollos y Cosmo-Skymed italianos de la Agenzia Spaziale Italiana (ASI). La colaboración CONAE-ASI es una astucia varottiana. La ASI tiene sapiencia técnica de sobra, pero juega en la B dentro de la European Space Agency (ESA), dominada por los países de Europa del Norte. Somos buenos socios para una infidelidad. Que además dará plata a ambas partes. Las imágenes de radar que combinan banda X (Italia) con banda L (Argentina) de la constelación “SIASGE” (Sistema Ítalo-Argentino Satelital de Gestión de Emergencias) prometen una potencia de diagnóstico totalmente nueva en gestión ambiental y de catástrofes naturales o antrópicas. Esto no lo tiene ni Japón. Al menos, todavía.

Empezar un satélite óptico de observación de costas y de aguas territoriales, el SABIA-Mar 1. Iba a formar constelación con otro satélite similar brasileño, pero Brasil no se subió nunca a la idea. Ahí vamos solos… si llegamos.

Continuar el proyecto de cohete de lanzamiento Tronador II, tal vez con motores rusos, siempre y cuando vengan con transferencia de tecnología.

En suma, que Kulichevsky seguro logrará lanzar el SAOCOM 1-A y seguro comenzará la construcción del SABIA-Mar. El primer hito se pagó mayormente con presupuesto de la administración anterior, y el segundo (empezar) no involucra gastar plata.

Sin embargo, ambos hitos le darán oportunidades fantásticas de campaña al presidente en funciones, si muestra astucia: un lanzamiento desde la base Vandenberg de la USAF (la Fuerza Aérea de los Estados Unidos). Eso puede estar precedido por una visita a la fábrica de satélites de INVAP en Bariloche. A la cual el presidente y comitiva podrían entrar a la gigantesca sala limpia de integración, y la TV los mostraría, trajeados con buzos estériles y barbijos, ante la antena de radar espacial más grande de la historia, hasta que Japón hizo otra parecida. ¿Qué candidato se perdería toda esa publicidad gratis? Que el segundo SAOCOM, el 1B y el SABIA-Mar se completen, eso es otra historia.

El trabajo en sociedad con la ASI (Agenzia Spaziale Italiana) probablemente quede garantizado, aunque la Argentina entre “tuerta” a la constelación, es decir mirando la Tierra con un único satélite. Eran fierros difíciles. Con mucho más presupuesto y know-how, Italia se tuvo que tomar una década y monedas para completar 4 Cosmo-Skymed, a pesar de que son aparatos mucho más sencillos que nuestros SAOCOM. Un Cosmo pesa 1,7 toneladas. En contraste, solamente la antena del SAOCOM 1A pesa 1,5 toneladas, y otro tanto el resto del satélite. El consumo eléctrico es proporcional también, y a tal punto que en los casi 90 minutos que dura una órbita, un SAOCOM puede usarla a lo sumo 10 minutos: si se pasa, agota las baterías. Esas desmesuras sólo se le ocurren a Varotto… o a los japoneses.

Cada SAOCOM logrará obtener unas 225 imágenes diarias, que la Argentina necesita (recordando Santa Fe capital) para consumo propio, o para cesión a terceros países en emergencia hídrica. Ser benefactor da “standing” diplomático. Vender a países que necesitan estudios sanitarios, fitosanitarios, de predicción de cosechas y de agua y suelos, e incluso de agua bajo los suelos, eso da simplemente plata (mucha). Por ahora, la única competencia es el TALOS Daiichi 2 japonés, más moderno y potente que nuestros SAOCOM. Por eso realmente necesitaríamos que Kulichevsky haga magia y logre sacar ambos adelante. Pero en tiempos de FMI y ajustes, es difícil venderle la idea a esos economistas que se dicen “tecnócratas”, aunque no diferencian tuercas de tornillos. Los SAOCOM son fábricas de información imprescindible de gobierno, vendible o canjeable a terceros por favores diplomáticos. Definitivamente, no es ciencia pura.

El futuro

Si bien doy por asegurado el inicio del SABIA-Mar 1, no me ilusiono con su compleción. La Argentina lo necesita para monitorear erosión de costas, mareas rojas, “booms” de medusas y sobrepesca. Son asuntos en los que estamos perdiendo miles de millones de dólares/año. Imposible saber cuánto por turismo que busca mejores playas en el exterior mientras las nuestras van desapareciendo. No sería raro que estemos perdiendo U$ 1600/año solamente por sobrepesca, actividad básicamente a cargo de España, que maneja el Mar Argentino como propio.

Pero no hay quién mida estos deterioros. Hasta ahora, no son temas que desvelen a la dirigencia argentina. ¿Podrá Kulichevsky lidiar con un desinterés crónico del país por su propio mar? Esa indiferencia ya era vieja antes de la derrota de Malvinas, pero luego se agravó como trauma de posguerra. Varotto no pudo contra eso. Hace casi dos décadas que ideó la misión SABIA-Mar con Brasil, entre otras cosas para tener una marca: “satélites Mercosur”. Brasil, sin embargo, no estuvo interesado. Tampoco hizo mucho por tener un “lanzador de satélites Mercosur”.

En cuanto al Tronador II, Varotto quiso usar propelentes militarmente inútiles pero avanzados para la primera etapa: ketorolox, es decir querosene como combustible y oxígeno líquido como comburente. Sin embargo, estuvo siempre constreñido por temas presupuestarios, de modo que debió saltar al menos tres prototipos llamados Vex (Vehículos Experimentales), y pasar del 2do en 2014 al 6to “non stop”, sin testeos intermedios hasta 2017. Demasiados saltos cuánticos.

En abril de aquel año, el porrazo: ese experimento explotó delante de las narices del presidente Macri en el Centro Espacial de Pipinas, provincia de Buenos Aires. El mandatario no pareció compungido: ya como candidato había llamado “empresas innecesarias” a casi todas las iniciativas espaciales argentinas, incluidos los satélites de ARSAT, que recaudan sus buenos U$ 70 millones/año. En la visión presidencial, los servicios espaciales se compran afuera. En la de Hispasat, que va por el dominio de los cielos sudamericanos, nuestro país no debería tener satélites de telecomunicaciones propios. Y en la visión de la OTAN, la Argentina no debería tener ningún cohete propio, aunque sea militarmente inútil.

Kulichevsky tiene herencia varottiana. No se conformará con lo obvio y ya hecho. Tratará de ir por más. Habla de comprar motores rusos para reflotar el programa Tronador II, siempre que haya transferencia de tecnología, y de armar un satélite meteorológico regional, en el que por ahora sólo parece interesado Perú. Serán tiempo duros, pero en tiempos también duros nació la CONAE y se forjaron sus recursos humanos, y se logró una capacidad de diseño complejo en observación de la Tierra que en la región por ahora sólo tiene la Argentina. Como muestra el SAOCOM 1A.

Blanco sobre negro, Varotto sigue en la agencia. En espíritu y cuerpo.

Una última anécdota y no hincho más. En 1943 Luigi, padre de “nuestro” Varotto, estaba en el frente cuando lo capturó la Wehrmacht y se lo llevó prisionero a Alemania. Su hijo Franco lo había visto una única vez, cuando tenía un mes de vida.

Lo volvió a ver en 1945, cuando regresó como pudo a Brugine, en la provincia de Padua. Franquito tenía 4 años y lo estaba esperando en la calle. El corazón se le salía por la boca. Luigi venía caminando entre otros dos hombres y El Petiso (entonces doble petiso) le preguntó a su madre: “¿Pero cuál es mi papá?”. “El del medio”. El pibe corrió como una liebre, le saltó a los brazos a aquel hombre y le apretó los cachetes: “¡Te conozco, vos sos mi papá!”, le gritó.

En el ámbito nuclear y espacial, hoy eso al Petiso Varotto se lo gritamos unos cuantos.

Fuente: AGENDAR

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