miércoles, 26 de agosto de 2020

Entrevista a Emiliano Kargieman y Gerardo Richarte, fundadores de Satellogic

Sigue a continuación una entrevista a Emiliano Kargieman y Gerardo Richarte de Satellogic, publicada en la edición de agosto de revista Apertura, en la cual los fundadores de la startup del New Space hablan sobre la actualidad de la empresa.

LOS FOTÓGRAFOS DE LA TIERRA

Dos rebeldes de la tecnología fundaron la empresa argentina que ya puso 10 satélites en el espacio y en lo que queda del año lanzará 11 más. 

Emiliano Kargieman y Gerardo Richarte, fundadores de Satellogic.

Cómo piensan los creadores de Satellogic, que está cumpliendo 10 años, y por qué este es solo el comienzo.

Por Eugenia Iglesias

Emiliano Kargieman (45) y Gerardo Richarte (46) se dedican a sacar fotos de alta resolución de la Tierra. Para eso hace 10 años fundaron Satellogic, una empresa que construye satélites y los pone en el espacio para que con sus cámaras capten todo lo que pasa en el planeta y así transformar esas imágenes en información útil para empresas de todo tipo. Con su visión de democratizar el acceso a los datos de origen satelital, están montando una constelación de estos satélites que tienen la particularidad de ser mucho más pequeños y baratos que los tradicionales.

Hoy tienen 10 orbitando en el espacio que dan una vuelta a la tierra cada 90 minutos. El objetivo es tener unos 300 que permitan obtener información constante de lo que pasa para que, a través de una plataforma, sus clientes puedan conectarse, ver esa información y tomar mejores decisiones. Desde una empresa petrolera que necesita controlar un yacimiento hasta una firma de agro que quiere monitorear cultivos, las posibilidades son enormes y sus fundadores apuntan a que su solución tenga el mayor alcance posible. 

El sueño comenzó en 2013, luego de que Kargieman (hoy CEO) hiciera su paso por un programa de la NASA en Singularity University. Para concretar su visión llamó a Richarte (actual CTO), con quien ya tenía larga experiencia emprendiendo. Los dos amigos desde la adolescencia –que incluyó, años más tarde, un paso por la carrera de Matemática, inconclusa en el caso de Kargieman, y un pasado hacker– se hicieron socios con apenas 19 años y tuvieron su primer éxito con Core Security, una firma de seguridad informática de la que se desprendieron en 2015 luego de haberla llevado a alcanzar clientes como Apple, Google o la propia Casa Blanca. Luego se animaron a montar su propio fondo de capital de riesgo –Aconcagua Ventures– y una consultora junto a otros socios. Kargieman, que además es emprendedor Endeavor, explica que Richarte es la persona con la que más tiempo y proyectos compartió y ambos opinan que, de tener una idea nueva, emprenderían juntos otra vez.


De los primeros lanzamientos en 2013 con “Capitán Beto”, como bautizaron al primero, que pesaba 2 kilos y tenía el tamaño de una caja de zapatos, a anunciar el mes pasado que para fines de septiembre estarán en órbita 10 nuevas unidades de unos 40 kilos, para cerrar 2020 con 21 satélites orbitando. La compañía tiene 180 empleados repartidos en oficinas en seis países (Uruguay, España, Israel, Estados Unidos y la Argentina) y los fundadores admiten que todavía están lejos de lograr el objetivo. Pero con paso firme, esperan convertirse el año que viene en la primera empresa aeroespacial del mundo en ser rentable.


Porque más allá de la innovación tecnológica, los emprendedores se enorgullecen de estar rompiendo los esquemas de los tradicionales modelos de negocios que caracterizaban a la industria. El foco está en usar tecnología de baja complejidad y menor costo para alcanzar la escala que necesitan. Todavía no pasan la docena de clientes, que están principalmente en los sectores de agro, petróleo y gas, forestal y algunos gobiernos, pero con estos próximos lanzamientos ya se ubicarían entre el top 5 de empresas con más satélites en órbita del mundo.

Dos tecnólogos de alma que poco conocían sobre el espacio cuando fundaron la empresa están dando vuelta las reglas de la industria y, aunque no les interesa tanto saber cuánto vale su compañía, se encaminan a convertirse en un unicornio.

¿En qué momento los encuentra el 10° aniversario?

EK: En lo personal, estos 10 años me dan más vergüenza que ganas de festejar. Miro los planes que teníamos cuando arrancamos y el tiempo que nos están llevando las cosas y, obviamente hicimos un montón y estamos en el mejor momento de la empresa, pero al mismo tiempo me hubiese gustado haber hecho las cosas más rápido. En parte tiene que ver con que realmente el espacio es difícil. Estamos haciendo cosas difíciles y nos llevó tiempo madurar, desarrollar y probar. La contracara es que el mes pasado sacamos un conjunto de 10 satélites de la planta con mucho orgullo por lo que hacemos y por cómo en este contexto seguimos ejecutando. Por un lado con el sueño intacto, y por el otro mucha humildad porque nos queda muchísimo trabajo todavía. Estamos más enfocados en los próximos 10 años que en los 10 que pasaron.

GR: Cuando empezamos subestimamos la complejidad de esto. No solo es complejo el espacio, es complejo poner en órbita y en cantidad. Viniendo del mundo del software, donde lo que movés de un lado al otro son bits, no se entiende lo complejo que es. La fabricación tradicional de satélites es artesanal y nosotros estamos haciendo una constelación. 


¿Qué cosas cambiaron desde ese momento en la industria?

EK: Cuando arrancamos la idea de hacer satélites en serie y producirlos a bajo costo era ridícula. Nos decían que estábamos completamente locos. En 10 años pudimos demostrar que no solo no es imposible sino que es real y lo podemos hacer: entregamos productos a clientes, generamos valor, y eso es un avance enorme. Así y todo, hasta el día de la fecha no hay ninguna compañía del mundo del NewSpace que sea rentable. Nosotros incluidos. Para el primer trimestre del año que viene esperamos ser la primera compañía de esta industria en demostrar que no solo podemos hacer la tecnología, poner en órbita y servir clientes, sino que además podemos generar un negocio y ser rentables. Ese para mí es el próximo gran paso, para nosotros y la industria.

Dicen que para que un emprendimiento llegue a buen puerto tiene que tener un buen equipo fundador y Satellogic no es la primera empresa que fundan juntos. ¿Cuál es la clave para que la sociedad funcione?

EK: Nos conocemos desde los 17 años y somos socios desde los 19. Hicimos toda nuestra carrera juntos. Pensamos muy parecido, pero sobre todo los dos valoramos mucho compartir ideas y la posición del otro. Es la única persona en mi vida con la que compartí tanto tiempo y tantos proyectos. Emprender no es fácil: hay mucho en juego, muchas tensiones, emociones, esfuerzo. Y después de tantos años no recuerdo alguna vez en la que nos hayamos peleado realmente. 

GR: Seguimos teniendo ideas y si algún día hacemos otra cosa probablemente la hagamos juntos. Discutimos siempre y eso es parte del sabor. Pero nunca nos enojamos. Es muy constructivo y pocas veces no estamos de acuerdo. Es sorprendente. Siempre pasa que nos ponemos a hablar y es imposible tener una idea novedosa porque el otro ya lo pensó. Y es super importante que después de tantos años el lenguaje que usamos es muy resumido, nos tenemos que decir pocas cosas para entendernos. Eso nos permite conversar con un ancho de banda altísimo. Conversaciones que dicen muchísimo en poco tiempo.

¿Montar esta empresa desde América latina, ¿fue más difícil o jugó a favor? 

GR: Lo que nos jugó a favor sin duda es que nosotros somos de acá. La gente y el alcance que teníamos en ese momento era acá. Hacerlo en otro lugar hubiese sido difícil por llegar a la gente, al equipo técnico, a los que confiaron en nosotros al principio.

EK: Nos conocían por nuestras empresas anteriores y eso nos ayudaba a reclutar a un proyecto que estaba fuera de nuestra experiencia. No teníamos idea de lo que era el espacio. También hubo ventajas porque al principio tuvimos mucho apoyo del gobierno: del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MinCyT), de Invap, de gente que nos abrió puertas que en otro lugar del mundo nos hubiese costado más abrir. Y nos alimentamos mucho de algo que es un problema de la Argentina y América latina que es que hay pocos proyectos como el nuestro. Eso nos permite acceder a la mejor gente porque tenemos poca competencia. Ahora por suerte hay un par de empresas que están arrancando y esperamos que la industrie también despegue en la Argentina, pero cuando arrancamos éramos básicamente la única opción. Eso nos ayudó a armar un equipo espectacular.

Después hay un montón de inconvenientes: estás lejos del mundo y de los clientes –me tuve que instalar en Barcelona porque tenemos clientes en distintas partes del mundo y el año pasado viajé más de 400.000 millas y no quería hacerlo de nuevo. La otra cosa difícil es lidiar con la idiosincrasia y las idas y vueltas de un país que tiene sistemas, organizaciones e instituciones que son bastante inmaduras, entonces cuando empezamos a fabricar y construir nuestros satélites en la Argentina nos dimos cuenta de que no íbamos a poder seguir haciéndolo en el país porque no teníamos ninguna garantía de que pudiéramos construir una empresa previsible a largo plazo, importando y exportando componentes, y nos pasa también en otras dimensiones. Desde el primer momento nos consideramos una empresa de ADN argentino y a la vez una multinacional, una empresa que iba a poner en el mundo las patas que correspondían para poder ejecutar un proyecto global.

¿Cómo es el proceso de ventas de una empresa de estas características? 

EK: La visión que tenemos a largo plazo es democratizar el acceso a la información de origen satelital: que cualquiera pueda acceder. Eso implicará una especie de plataforma abierta donde cualquiera se pueda contactar, bajarse los datos, pedir datos de origen satelital y utilizarla en su negocio para tomar decisiones. A corto plazo es un poco más difícil porque para llegar a esa instancia necesitamos lanzar una cantidad de satélites que todavía no tenemos y mientras tanto estamos en un proceso en donde sí vamos hacia afuera a trabajar con los que son nuestros clientes o los que van a ser, tanto el lado comercial en industrias donde estamos muy enfocados –hoy como agricultura, forestal, monitoreo de infraestructura para energía, seguros y demás– como en el sector de gobierno. Estamos trabajando con bastantes gobiernos alrededor del mundo que son compradores muy naturales de información de origen satelital, pero también hay un trabajo de salir hacia afuera y hablar con compañías que están en el Fortune 500 o 1000 para que empiecen a utilizar la plataforma.

¿Qué significa innovar para ustedes? ¿Están innovando en otros aspectos, más allá de lo tecnológico? 

GR: Lo primero que fue innovador fue decir que hay otra forma de hacer satélites y tecnología para este mercado de datos de origen satelital. Y diciendo eso estás redefiniendo cuál es el mercado. Porque nuestro objetivo es llegar a todo el mundo. Estamos innovando desde la tecnología porque lo primero fue sacarse los límites de la cabeza en donde un satélite es tan caro que no te permite pensar en hacer más de uno o dos y eso te limita radicalmente los servicios que podés brindar. Ahí nos pusimos a luchar contra las leyes de la física para ver si lo que queríamos hacer era posible. En cuanto la física nos permitió hacerlo y descubrimos que era posible, la complejidad del proyecto pasó de 100 a 1 en nuestra cabeza. Podés innovar de una forma estructural, que es tratar de hacer conscientemente un mapeo de tus limitaciones mentales, o podés tener el don (o la desgracia) de no ver las limitaciones. Innovar es mirar dónde están los límites y encontrar lo que te permite atravesarlos. Nos pasó varias veces que auditores en las rondas de inversión, gente con mucho conocimiento en el área, entraban a la reunión diciendo: “Yo ya leí lo que quieren hacer y es imposible”, y salían dándonos la mano y diciendo: “Tienen un buen plan”. Eso es un síntoma de que estás innovando. 

EK: Internamente nunca usamos la palabra innovación. No nos planteamos ser innovadores, pero sí tenemos objetivos muy concretos. Eso nos obliga a pensar las cosas de una manera ambiciosa y a pensar fuera de las soluciones tradicionales. Pero parte de las innovaciones están en el modelo de negocios, menos llamativas pero que terminan siendo clave a la hora de definir el negocio. Si bien somos tecnólogos de alma, vemos muy claro que las empresas que son exitosas en general son las que innovan desde el modelo de negocios y no tanto desde el punto de vista del producto. Nos cuesta mucho ver la tecnología separada del usuario o del mundo o de que haya mucha gente que la use. 

Los señalan como uno de los futuros unicornios. ¿Qué representaría para ustedes? ¿Es un objetivo o una presión?

EK: No es ni una presión ni un objetivo. No es algo en lo que pensemos. Empezamos Satellogic con un propósito. No nos hubiéramos embarcado en un camino de tanto tiempo si no pensáramos que lo que estábamos haciendo tenía un sentido. Ese sentido tiene que ver con ayudar a resolver problemas difíciles, a manejar los recursos naturales del planeta, ayudar a alimentar a la gente, a generar energía. Y no hay nada más lejano a lo que nos impulsa a hacer lo que hacemos que la valuación de la compañía. Con esto no estoy diciendo que no nos importe la plata, pero no es una métrica del éxito para nosotros. GR: La presión real es seguir disfrutando todos los días de lo que hacemos, tanto nosotros como el equipo. Lo que elegimos es difícil. Debe haber formas más fáciles de hacer un unicornio (se ríen). Igualmente es probable que lleguemos a ser un unicornio. Porque es probable que nos salga lo que estamos haciendo. Y si nos sale, no hay duda.

EK: Si querés hacer mucha plata no te dediques a emprender. Porque las chances de que hagas mucha plata haciendo lo que hacemos nosotros es muy baja. Hay mucho riesgo y pensarlo desde ese punto de vista no nos levanta de la cama todos los días. Yo quiero ser una compañía que facture US$ 1000 millones, la valuación no me importa. Quiero hacer una compañía que genere valor para sus clientes por miles de millones de dólares, que aplane mercados, nos importa más eso. Lo otro es poner el foco en una métrica arbitraria.

De a poco van surgiendo más instituciones que se encargan de vincular a los científicos con el mundo de las empresas. Dentro de los conocimientos aeroespaciales, ¿qué tan lejos está de funcionar articuladamente el mundo privado con el de los científicos en la Argentina?

EK: Nosotros nacimos muy implicados al sistema científico-tecnológico argentino, por esta relación con Invap y con el MinCyT que ayudó a financiar los primeros dos satélites. Por otro lado, si no hubiesen existido 40 años del Estado  argentino invirtiendo en desarrollo de ciencia y tecnología espacial, y sin una formación masiva de ciencia en universidades muy buena de algunos que fuimos contratando, nos hubiese resultado muy difícil armar el equipo que armamos. En ese sentido somos un producto de esa inversión histórica. Por otro lado, trabajar con el sistema científico-tecnológico desde el sector privado en la Argentina es muy complejo. Desde las oficinas de transferencia de las universidades que prácticamente no funcionan hasta estar estructurado de una manera que es casi para que no te den ganas de trabajar con ellos. La Argentina tiene mucho camino por hacer para lograr que el sistema científico-tecnológico logre insertarse en el lugar que le corresponde, que es como un generador de riqueza y de valor. Nosotros dos somos resultado de la universidad pública, pero la realidad es que los científicos argentinos necesitan incorporar y entender seriamente que no les pagamos el sueldo todos los argentinos para que vivan en un castillo de cristal lejos del mundo, sino que en algún momento el sistema científico en su conjunto tiene que tomar la responsabilidad de generar valor y construir riqueza y devolverle a la sociedad lo que la sociedad invierte.

Un salto en el espacio

¿Cuánto afecta la inestabilidad del corto plazo argentina a una empresa con visión global como la de ustedes?

EK: Hoy más del 50 por ciento de la gente de la empresa está en la Argentina. En lo personal, en lo familiar, nos afecta. Nuestros clientes e inversores están fuera de la Argentina, y en ese sentido estamos un poco más aislados de algunas cuestiones y podemos sostener a nuestros empleados un poco más aislados de ciertos temas coyunturales como la fluctuación del dólar. Pero en otras cuestiones hemos tenido que aislarnos como cuando tuvimos que llevar la planta de integración y manufactura de nuestros satélites de la Argentina a Uruguay porque no veíamos un futuro donde pudiéramos hacer eso de manera previsible. Hay lugares en los que elegimos aislarnos y hay otras con las que podemos convivir. Pero el país no te lo hace fácil, eso está claro. 

A fines del año pasado cerraron una nueva ronda de inversión (fueron US$ 50 millones liderada por la china Tencent y el fondo brasilero Pitanga). ¿Este capital es el que les permitirá financiar los lanzamientos de este año?  ¿Cada cuánto tienen que levantar capital?

EK: Tenemos financiados todos los lanzamientos de este año con una mezcla del capital que levantamos el año pasado y los recursos que generamos. Si bien hacemos satélites que son mucho más baratos que los tradicionales, igual sigue siendo una industria intensiva en capital. Llevamos levantados un poco más de US$ 100 millones en la historia de la compañía y para fondear nuestro modelo de negocios a pleno probablemente necesitemos levantar en algún momento otros 100. Seguimos invirtiendo muy fuerte en I+D, en la infraestructura que ponemos en órbita, y eso hace que tengamos un horizonte en el que, si bien podemos hacer la compañía rentable a principios del año que viene, vamos a querer acelerar crecimiento y eso va a requerir capital.

El emprendedor ahora abraza más la cultura de fracaso, de prueba y error. ¿Cuánto se permiten el error?

GR: Históricamente planeamos y hacemos pruebas. Los primeros satélites eran chiquitos, tenían cosas que no sabíamos si iban a funcionar. El fracaso es no pifiarle, porque quiere decir que no estás empujando lo suficientemente el límite, no estás haciendo cosas que cambien el juego. Y eso no quiere decir que para nosotros sea fácil aceptar cuando algo no funciona o que logremos trasmitir al equipo que los errores son parte. Pero sí sabemos que si tomamos riesgo nos vamos a encontrar con cosas que no funcionan. 

¿Piensan que la pandemia va a terminar siento una oportunidad para que más gente apueste por empresas que persigan estos fines?

EK: Me gustaría creer que parte de lo que se rompió en esta pandemia es cierta soberbia que tenemos de pensar que tenemos el futuro bajo control y que mañana va a ser parecido a ayer, que es una ilusión que construimos y que nos da tranquilidad pero que en la práctica la pandemia muestra que no es para nada cierta. Ojalá sea un elemento que nos permita reflexionar sobre la falta de control que tenemos y sobre cómo trabajar en un mundo mucho más volátil. Lo pensamos así desde el principio: Satellogic tiene que ser una herramienta para que todos podamos emprender y estar preparados para lo que se viene en un mundo que es cada vez más complejo. Me gustaría pensar que ese tipo de empresas y proyectos, el decir cómo construimos cosas alrededor de la resiliencia en lo personal y social, van a estar un poco más en el centro de la escena. Esa idea de resiliencia va a ser clave en los próximos años y sin duda creo que va a haber un redireccionamiento de recursos para ese lado.

GR: Hay un conjunto de gente que venía preocupada por cómo iba a evolucionar la humanidad y ahora con tantas cosas e industrias que se están frenando por la pandemia va a ser cada vez más necesario. Va a haber que poner todo en movimiento. Cualquier cosa que ayude a administrar los recursos del planeta tiene que ser bienvenida y fomentada. Este grupo de empresas y tecnologías que ayudan a la gente van a ser va a dejar medio golpeados entonces sería bueno que haya más incentivos y fomento a este tipo de tecnologías. 

Fuente:  Revista Apertura

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