miércoles, 30 de marzo de 2016

Eduardo Dvorkin: “Lamento la decisión de posponer el desarrollo de Arsat 3, porque podemos perder el expertise”

Sigue a continuación una entrevista al Dr. Eduardo Dvorkin publicada hoy en Página12, en la cual en científico alerta sobre los peligros de detener la construcción del ARSAT-3, que podrían llevar al país a perder el expertise adquirido en la construcción de satélites geoestacionarios.

"SIN EL ESTADO, LA INNOVACIÓN VA A VOLVER A DETENERSE"

Con 30 años en la simulación computacional, es referente de esta disciplina clave para las innovaciones en la industria. El año pasado puso en marcha a Tupac, la supercomputadora más potente del país. Su defensa de la tecnología nacional y del satélite Arsat 3.


Eduardo Dvorkin uno de los impulsores de la reciente solicitada con las firmas de más de siete mil científicos y docentes universitarios que alertan sobre las políticas del gobierno de Mauricio Macri; es también un reconocido doctor en ingeniería que lleva toda una vida trabajando en simulación computacional para la industria.

Dvorkin estuvo en la cocina de los satélites de telecomunicaciones Arsat 1 y 2, y de la computadora más potente del país, la Tupac, en el Centro de Simulación Computacional para Aplicaciones Tecnológicas, del Polo Científico Tecnológico del Ministerio de Ciencia, en Palermo.

La simulación computacional es el oráculo de los tiempos modernos. Lo consultan industriales e innovadores para saber si lo nuevo va a funcionar o no. Las pantallas develan incógnitas y modelos matemáticos anticipan resultados sin correr los riesgos del mundo material. Simulan las vibraciones de la puesta en órbita de un satélite, la fractura hidráulica en un pozo petrolero o la aerodinámica del ala de avión.

Siendo niño, Dvorkin cayó bajo el hechizo de las reglas de cálculo de su padre, esas computadoras analógicas, que generaciones de científicos e ingenieros usaron para realizar operaciones aritméticas complejas. En los años 70 estudió ingeniería, mientras esas reglas eran reemplazadas por calculadoras y las primeras computadoras.

Se doctoró en Estados Unidos, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). De la mano de grandes expertos se subió a la ola de la simulación y a su vuelta al país en 1985 integró y dirigió al equipo científico dedicado a mejorar la tecnología de los tubos sin costura de Tenaris Siderca del Grupo Techint. Y en 2007 creó la empresa Sim&Tec. “En estos últimos doce años, los trabajos más desafiantes vinieron de proyectos de alta tecnología estatales”, dice a Página/12 este ingeniero miembro de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

–Hoy que los jóvenes emprendedores están de moda y aparecen como síntesis de la cultura innovadora, ¿qué lugar le queda al Estado?

–No hay que confundirse, la actividad innovativa exige que el Estado ocupe un lugar muy fuerte. El Estado tiene que estar detrás en estos proyectos. Hay que convencerse de algo, cuando se hace innovación, la posibilidad de fracaso tiene que ser importante. Y digo “tiene” que ser importante, no “es”, porque si es baja la posibilidad de fracaso en la innovación, no estamos innovando realmente. Y como son actividades caras y a largo tiempo, el riesgo lo tiene que tomar el Estado, y eso no es solamente en los países como Argentina, Brasil, de capitalismo tardío, también en los países de capitalismo de vanguardia, Estados Unidos, Japón, y la Unión Europea. Detrás de todos los grandes proyectos tecnológicos está el Estado. Incluso detrás del buscador Google, que se hizo con el subsidio estatal.

–¿Cuáles eran el objetivo de investigación y desarrollo de Techint?

–Teníamos que mejorar los procesos, la geometría de los tubos, obtener aceros más limpios, empezamos ocho personas que veníamos del ámbito científico, de universidades, de la CNEA, metalurgistas, modelistas como yo, y gente de mecánica de fractura. Me fui siendo el director y éramos 120 personas.

–A partir de su experiencia, ¿cuáles son las claves para dirigir un centro de investigación tecnológica como el de Techint?

–En primer lugar, que un científico que entra a trabajar en tecnología tiene que seguir perteneciendo a la comunidad científica, publicar papers, y en la punta de los temas. Y segundo, yo pienso que en investigación la sangre nueva, el empuje, viene por los tesistas. Van abriendo camino, leen un montón, y en muchos temas son los ojos a través de los que leo yo. En investigación es fundamental el compromiso. Yo siempre digo, y me ha costado algunos encontronazos, que no es el típico trabajo de 9 a 17, cuando hay un tema realmente importante, tiene que estar dispuesto a comprometerse, y el tesista es quién más se compromete.

–¿Cómo empieza la vinculación entre el mundo de la mecánica computacional y la innovación tecnológica?

–La simulación nace en un mix de universidad e industria. Nace en Estados Unidos, en la Universidad de California, también en Gales en el Reino Unido y en Alemania en la Universidad de Stuttgart.

–¿Y acá?

–El país tiene una tradición fuerte en mecánica computacional. Comenzó en el recordado Instituto del Cálculo de Exactas de la UBA, con el impulso de Manuel Sadosky durante la década de 1960. Esto de transformar el conocimiento en un hecho tecnológico, en la creación de valor, él lo impulsó toda la vida. Creo que el país está en deuda con Sadosky. Después de la Noche de los Bastones Largos mucha gente dedicada a modelado computacional se tuvo que ir del país. Hubo que reconstruir y hoy la disciplina se trabaja en centros de todo el país, en grupos muy buenos del Conicet en Santa Fe, Tucumán y Córdoba.

–En la actualidad, ¿cuál es el beneficio que aportan a la industria?

–Podemos decir si algo va a andar o no. Por ejemplo, se desarrolló una nueva unión roscada para la industria petrolera. Sin la simulación, hay que hacerla a prueba y error, y es carísimo. La simulación computacional permite ahorrar tiempo y dinero, y juzgar las cualidades de un diseño ingenieril.

–¿Confían los empresarios cuando ven los resultados de la simulación? ¿Cómo reaccionan?

–Se ponen contentos de no tener que descubrir errores a un costo más grande. Desde ya que siempre hay que evangelizar, para que crean en los modelos computacionales, a veces cuesta más, a veces menos. Hay una actitud de docencia y convencimiento de que la simulación computacional ofrece resultados que van a reproducir la realidad.

–¿Y eso como lo consiguen?

–Para reproducir características del proceso que estamos tratando de modelar hay que buscar datos experimentales, datos relevados en una planta industrial, datos geológicos de un pozo petrolero.

–Déme ejemplos concretos de simulaciones.

–Invap diseña una estructura, y antes de hacer el ensayo a escala real, la manda para que simulemos el ensayo en la computadora, aplicando leyes de la física se ven las tensiones de la estructura, y se hacen los ajustes para que nada se rompa y resista deformaciones térmicas cuando una cara esté expuesta al sol y otra no, o para que no afecten las vibraciones en el interior del lanzador. Así trabajamos en la estructura de Arsat 1 y 2. Estamos trabajando en la estructura del satélite científico Saocom y en el prediseño de los Sare, pequeños satélites con menos de 300 kilos. Con la empresa Veng trabajamos en modelos para tanques de combustible de alta resistencia y muy livianos para el Tronador II, hechos por una pyme de Pacheco. Estamos desarrollando con Ytecun simulador de fracking o fractura hidráulica para Vaca Muerta y también modelos fluidodinámicos del ala de un avión.

–Usted estaba encargado también del centro de simulación computacional del Ministerio de Ciencia.

–Sí, una tarea que me gustó mucho, e hice prácticamente gratis, desde la especificación hasta el montaje. Pusimos en marcha de Tupac, el clúster computacional del Polo Tecnológico dirigido a la resolución de modelos de simulación. Es una herramienta necesaria para los temas de alta tecnología, su potencia equivale a 12 mil computadoras hogareñas y está conectada por fibra óptica con toda la comunidad científica. Barañao me pidió si lo podía ayudar en el área de la tecnología computacional. La idea era hacer un centro de simulación no solo dedicado a la publicación de papers, sino un centro que apoye al desarrollo tecnológico nacional, que prestara servicios. Fue todo un camino, me ayudó mucho Esteban Mosckos, de Exactas de la UBA. Formamos un grupo en el marco de un proyecto nacional para el que yo estaba dispuesto a aportar mi tiempo y energía. Pero en diciembre último cambió el gobierno y me fui.

–Es muy bueno el nombre Tupac, con el que lo bautizaron.

–Tupac es un nombre simbólico de la resistencia a la conquista, del líder que fue Tupac Amaru, hoy la lucha por la resistencia pasa por el dominio local de la tecnología.

–El Gobierno decidió postergar el Arsat 3, ¿cómo ve al campo de la innovación hoy?

–Yo en este momento no soy optimista. Lamento la decisión de posponer el desarrollo de Arsat 3, porque podemos perder el expertise de los grupos que tan bien trabajaron en Arsat 1 y 2, y esto será una pérdida irrecuperable para el país. En estos últimos años con cada proyecto nuevo, la parte más difícil era conseguir ingenieros, porque estaban todos empleados, a diferencia de la época de Menem, en la que los ingenieros no tenían trabajo, y yo temo que pase lo mismo ahora. El Estado se está retrayendo y sin el Estado, la innovación en la Argentina va a volver a detenerse. En este momento necesitaríamos del Estado y resolver el tema de las divisas. La clave es acoplar la ciencia con la tecnología local, ¿por qué Brasil pudo? En Brasil no cambió el impulso a la actividad innovativa. En Petrobras, en Embraer, u otras empresas tecnológicas, el Estado ha estado presente siempre, ya sea en dictadura o en democracia.

–En ese aspecto nuestra historia es una sucesión de altibajos. Se cumplieron 40 años del golpe...

–Así como el Estado terrorista secuestró, torturó y asesinó científicos, los planes de desarrollo nuclear fueron para adelante, porque los militares querían poder desarrollar armamento. No puedo dejar de recordar a amigos, compañeros de facultad, que soñaron un país mejor, aun al costo de sus vidas.

Fuente: Página12

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