Sigue a continuación una nota publicada en la revista Panorama en su edición de agosto de 1963, destacando el lanzamiento de cohetes Centauro –de origen francés- en Chamical, provincia de La Rioja, en el marco de la Serie Internacional del Sodio, que fuera promovida por el Committee of Spacial Research (COSPAR). La nota fue publicada en el sitio magicasruinas.com.ar, especializado en la publicación de crónicas del siglo XX.
Solo la voz monocorde del operador de un equipo de radio quebraba el silencio en la amplia sala. En una mesa, varios aparatos, y un panel con cuadrantes, interruptores y perillas; a su alrededor, varios hombres con el uniforme de la aeronáutica, y otros de overol blanco, y un casco azul colgado del cinturón.
COHETES EN EL CIELO DE CHAMICAL
Solo la voz monocorde del operador de un equipo de radio quebraba el silencio en la amplia sala. En una mesa, varios aparatos, y un panel con cuadrantes, interruptores y perillas; a su alrededor, varios hombres con el uniforme de la aeronáutica, y otros de overol blanco, y un casco azul colgado del cinturón.
—Atención, Cebollar... Cebollar... Atención Cebollar... Aquí, Sodio llamando. .. Venga con su información y la de Chumbicha... Cambio.
Cohete Centauro en rampa de lanzamiento. |
El grupo se apretó en torno del transmisor, por cuyo altavoz se oían ruidos crepitantes y uno que otro zumbido. De pronto, por él salió una voz vibrante de entusiasmo:
—...informa! ¡Despejado...! ¡Exito...! ¡ Exito...!
El oficial que operaba los controles se volvió. Había un brillo de alegría en sus ojos. Por el grupo que lo rodeaba, zigzagueó una contenida explosión de júbilo.
Esa información, con otras similares recibidas de distintos puestos de observación, ponía término a la expectativa que durante diez días, del 14 al 25 de mayo pasado, había mantenido a un grupo de científicos y técnicos civiles y de la fuerza aérea, y a dos franceses, escudriñando el cielo habitualmente azul de Chamical, en la provincia de La Rioja, obstinado en mantenerse cubierto de densos nubarrones.
Otro tanto hacían en el mismo momento grupos similares reunidos en distantes e insólitos lugares de todo el mundo: desde Somniani, 50 kilómetros al noroeste de Karachi (Pakistán), hasta la base de Eglin, en Florida, (EE.UU.) ( Además, Ile du Levant, en el Mediterráneo francés; Fort Churchill, en Canadá; Hammaguir y Reggan, en Argelia; la isla de Cerdeña; en Japón; y las bases norteamericanas de Wallops Island, en Virginia y de Hawaii), vinculados por su participación en una experiencia coordinada para el estudio de la dirección e intensidad de los vientos de la alta atmósfera.
Los días despejados suscitaron en todos esos lugares una intensa actividad, que culminaba antes de la salida o después de la puesta del sol con el lanzamiento de cohetes de reducidas dimensiones pero de gran alcance. Para Chamical, los días "D" fueron el 25 y el 30 de mayo último, y señalaron la definitiva incorporación de nuestro país a la consideración internacional en el terreno de las investigaciones espaciales. El lanzamiento de tres cohetes con los que la Argentina participó en este segundo operativo, denominado Serie Internacional del Sodio y promovido por el Committee of Spacial Research (COSPAR), se llevó a cabo con todo éxito, lo que refleja la capacidad alcanzada por los técnicos locales, no obstante su muy reciente dedicación a este tipo de tareas.
Como toda ciencia o desarrollo tecnológico, la cohetería tiene su lenguaje propio. Los primeros que lo utilizaron en nuestro país fueron los miembros del ex Instituto Aerotécnico de Córdoba, que a partir de 1959 efectuaron una serie de lanzamientos de cohetes meteorológicos, culminando en 1960 con el Alfa-Centauro, de una etapa, y un año después, con el Beta-Centauro, de dos etapas, todos ellos de fabricación nacional. Aunque mucho más modestos que los empleados en Chamical, les sirvieron, sin embargo, de antecedente para la formación del actual Instituto de Investigaciones Aeronáuticas y Espaciales.
Como toda ciencia o desarrollo tecnológico, la cohetería tiene su lenguaje propio. Los primeros que lo utilizaron en nuestro país fueron los miembros del ex Instituto Aerotécnico de Córdoba, que a partir de 1959 efectuaron una serie de lanzamientos de cohetes meteorológicos, culminando en 1960 con el Alfa-Centauro, de una etapa, y un año después, con el Beta-Centauro, de dos etapas, todos ellos de fabricación nacional. Aunque mucho más modestos que los empleados en Chamical, les sirvieron, sin embargo, de antecedente para la formación del actual Instituto de Investigaciones Aeronáuticas y Espaciales.
Hace poco más de dos años se creó la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) para impulsar las actividades relacionadas con la ciencia y la tecnología del espacio, dependiente de la Secretaría de Aeronáutica. Una veintena de científicos y técnicos desarrollan sus actividades dentro del concepto básico de promover y coordinar, en los medios dedicados a la investigación espacial en nuestro país, estudios y experimentos vinculados con la radiación cósmica, ionosfera, meteorología y aeronomía general, procurando también una estrecha colaboración internacional en estas actividades científicas con propósitos pacíficos. A tal fin, ha celebrado convenios con universidades, institutos e investigadores, así como con la NASA, el Centr National d'Etudes Spaciales (CNES) de Francia, con el Observatorio Smithsoniano de Astrofísica y otros organismos de investigación.
Todo este quehacer espacial y la intervención de nuestro país en la primera Serie Internacional del Sodio, realizada en noviembre de 1962, requería un lugar adecuado para llevar a cabo las experiencias. Se estableció entonces el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados (CELPA), para cuya instalación se eligió una antigua base de la Aeronáutica, en Chamical. La ubicación era ideal: en una zona no muy poblada, próxima a las Salinas Grandes, y de óptimas condiciones climáticas, el Centro tiene además interesantes vecindades geomagnéticas (está situado justamente debajo del pico Subecuatorial meridional y en las inmediaciones de la red ionosférica del meridiano 70" Oeste).
Otra vecina interesante —e interesada— es la ciudad de Chamical, cuyos 10.000 habitantes recibieron con alborozo las nuevas actividades previendo futuras y beneficiosas proyecciones. Estas se manifestaron tempranamente. Con la puesta en marcha de los trabajos de acondicionamiento de la base y obras complementarias del proyecto Centauro Huasi (Casa del Centauro), comenzó el incesante ir y venir de forasteros.
—Trabajábamos hasta 150 personas por comida —dice José Cándido Bazán, dueño de la hostería de Turismo, frente a la plaza, y del único cine de la ciudad.
Todo este quehacer espacial y la intervención de nuestro país en la primera Serie Internacional del Sodio, realizada en noviembre de 1962, requería un lugar adecuado para llevar a cabo las experiencias. Se estableció entonces el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados (CELPA), para cuya instalación se eligió una antigua base de la Aeronáutica, en Chamical. La ubicación era ideal: en una zona no muy poblada, próxima a las Salinas Grandes, y de óptimas condiciones climáticas, el Centro tiene además interesantes vecindades geomagnéticas (está situado justamente debajo del pico Subecuatorial meridional y en las inmediaciones de la red ionosférica del meridiano 70" Oeste).
Otra vecina interesante —e interesada— es la ciudad de Chamical, cuyos 10.000 habitantes recibieron con alborozo las nuevas actividades previendo futuras y beneficiosas proyecciones. Estas se manifestaron tempranamente. Con la puesta en marcha de los trabajos de acondicionamiento de la base y obras complementarias del proyecto Centauro Huasi (Casa del Centauro), comenzó el incesante ir y venir de forasteros.
—Trabajábamos hasta 150 personas por comida —dice José Cándido Bazán, dueño de la hostería de Turismo, frente a la plaza, y del único cine de la ciudad.
El movimiento producido por los inesperados turistas se reflejó en los planos más inusitados: Paula Dünkel, la extraña estoniana curtidora de pieles, que "expone" en el alambrado de la estación, hubo de reforzar las existencias ante los pedidos de la gente de la base. Las ventas más recientes: cueros de cabritos y pieles de león (es decir, de puma americano), adquiridos por los técnicos franceses Ambergny y Seimpére.
También la vida nocturna se prolonga hasta altas horas, aunque limitada, al menos por el momento, a cenas folklóricas animadas por esforzados guitarreros y por el eficaz vino de Chilecito en Chulón Huasi, bar y restaurante, y El Palenque, una parrilla que el previsor Héctor Rosas Payero inauguró poco antes de la última "campaña". No sólo el comercio ha sentido el impacto de esta promoción espacial. La instalación de pozos semi-surgentes y canalización de vertientes permitirán obtener agua en abundancia para distribución domiciliaria y riego de las fértiles tierras de la zona. El cultivo intensivo de frutas y hortalizas y el mejoramiento del ganado por cruza son otros tantos pasos hacia el abastecimiento. Y 14 hectáreas de viñedos plantadas con brillantes resultados prolongan la inminente instalación de una bodega. Chamical, tercera ciudad de La Rioja, se prepara para un futuro promisorio a la sombra de los cohetes en su cielo.
En noviembre del año pasado, en menos de cuatro meses, la Dirección de Infraestructura de Aeronáutica concluyó las obras necesarias para los lanzamientos. En el extremo norte de un rectángulo de 2.000 metros de largo por 200 de ancho, orientado en la dirección de tiro, se construyó una plataforma de cemento con dispositivo para el amarre de rampas. A 80 metros de esta, la casamata con paredes de hormigón, de un metro de espesor y taludes de tierra, es capaz de soportar una presión de 7 toneladas por centímetro cuadrado, lo que le permite resistir, por lo menos, el impacto directo de un cohete de 500 kilos. En ella se instala el comando de operaciones.
El Centro cuenta con una radioestación, una estación meteorológica y una planta generadora de energía.
También la vida nocturna se prolonga hasta altas horas, aunque limitada, al menos por el momento, a cenas folklóricas animadas por esforzados guitarreros y por el eficaz vino de Chilecito en Chulón Huasi, bar y restaurante, y El Palenque, una parrilla que el previsor Héctor Rosas Payero inauguró poco antes de la última "campaña". No sólo el comercio ha sentido el impacto de esta promoción espacial. La instalación de pozos semi-surgentes y canalización de vertientes permitirán obtener agua en abundancia para distribución domiciliaria y riego de las fértiles tierras de la zona. El cultivo intensivo de frutas y hortalizas y el mejoramiento del ganado por cruza son otros tantos pasos hacia el abastecimiento. Y 14 hectáreas de viñedos plantadas con brillantes resultados prolongan la inminente instalación de una bodega. Chamical, tercera ciudad de La Rioja, se prepara para un futuro promisorio a la sombra de los cohetes en su cielo.
En noviembre del año pasado, en menos de cuatro meses, la Dirección de Infraestructura de Aeronáutica concluyó las obras necesarias para los lanzamientos. En el extremo norte de un rectángulo de 2.000 metros de largo por 200 de ancho, orientado en la dirección de tiro, se construyó una plataforma de cemento con dispositivo para el amarre de rampas. A 80 metros de esta, la casamata con paredes de hormigón, de un metro de espesor y taludes de tierra, es capaz de soportar una presión de 7 toneladas por centímetro cuadrado, lo que le permite resistir, por lo menos, el impacto directo de un cohete de 500 kilos. En ella se instala el comando de operaciones.
El Centro cuenta con una radioestación, una estación meteorológica y una planta generadora de energía.
Las primeras experiencias se efectuaron entre el 26 de noviembre y el 9 de diciembre del año pasado, de acuerdo con un convenio celebrado con el CNES, que suministró cuatro cohetes Centauro, de fabricación francesa, similares a los utilizados este año para la segunda serie de lanzamientos. En ambos casos, el costo para nuestro país fue mínimo, pues el valor de los cohetes (15.000 dólares cada uno) fue solventado por la institución francesa. Los beneficios, en cambio, son incalculables, sobre todo en lo que se refiere a la capacitación de nuestros técnicos. "Son tan buenos que los franceses", dice en su mal castellano, aprendido en su campaña anterior, Georges Ambergny.
—En este trabajo, todos tenemos la misma responsabilidad y corremos los mismos riesgos —afirma el capitán Luis Cueto, de 33 años, egresado de la Escuela Superior Aerotécnica, y jefe del Equipo de Montaje y Lanzamiento.
—En este trabajo, todos tenemos la misma responsabilidad y corremos los mismos riesgos —afirma el capitán Luis Cueto, de 33 años, egresado de la Escuela Superior Aerotécnica, y jefe del Equipo de Montaje y Lanzamiento.
En la casamata, el director de tiro, comandante Sánchez, recibe las informaciones de los puestos de observación, ubicados en La Rioja, Cebollar y Chumbicha, al norte; y Serrezuela y Castro Barros, al sur. De acuerdo con ellas, el ingeniero geógrafo Augusto López, director científico del operativo, decide si puede llevarse a cabo la experiencia o no. Para que esta tenga éxito, el cielo debe estar totalmente despejado.
Con esas informaciones y las que aporta el equipo meteorológico a cargo del comandante Gnus, se elaboran los datos que permitirán al capitán Carlos Cajal, ingeniero aeronáutico, determinar el ángulo de rampa, es decir, establecer la dirección que seguirá el cohete para que caiga en una zona despoblada. El punto fijado se encuentra a 130 kilómetros de distancia, en Salinas Grandes, y es una verdadera sabana blanca de 50 kilómetros de diámetro, en la que no se advierte rastro alguno de vida.
Siete minutos antes de la hora H, el capitán Cueto entrega al director de tiro una llave: el cohete está listo para ser disparado. Solamente cuando se introduce esa llave en su orificio correspondiente del panel de tiro el comandante Sánchez está en condiciones de pulsar el disparador.
Todo el personal ha sido evacuado a 400 metros de la zona de fuego, a excepción de los técnicos a cargo de las operaciones, que entran en la casamata, cuyas puertas se cierran herméticamente. Los últimos dos o tres minutos previos al disparo se dilatan en medio de un profundo silencio. Solo la voz de comandante Sánchez resuena en los altavoces colocados sobre la casamata, mientras transmite por la radio una tensión creciente a los observadores ubicados en los puestos más distantes.
Con esas informaciones y las que aporta el equipo meteorológico a cargo del comandante Gnus, se elaboran los datos que permitirán al capitán Carlos Cajal, ingeniero aeronáutico, determinar el ángulo de rampa, es decir, establecer la dirección que seguirá el cohete para que caiga en una zona despoblada. El punto fijado se encuentra a 130 kilómetros de distancia, en Salinas Grandes, y es una verdadera sabana blanca de 50 kilómetros de diámetro, en la que no se advierte rastro alguno de vida.
Siete minutos antes de la hora H, el capitán Cueto entrega al director de tiro una llave: el cohete está listo para ser disparado. Solamente cuando se introduce esa llave en su orificio correspondiente del panel de tiro el comandante Sánchez está en condiciones de pulsar el disparador.
Todo el personal ha sido evacuado a 400 metros de la zona de fuego, a excepción de los técnicos a cargo de las operaciones, que entran en la casamata, cuyas puertas se cierran herméticamente. Los últimos dos o tres minutos previos al disparo se dilatan en medio de un profundo silencio. Solo la voz de comandante Sánchez resuena en los altavoces colocados sobre la casamata, mientras transmite por la radio una tensión creciente a los observadores ubicados en los puestos más distantes.
—...cinco..cuatro..., tres...
Las cuatro balizas rojas giran en torno de la rampa.
—...dos..., uno..., ¡ fuego!
Una violenta explosión lanza el cohete brillante y afilado al espacio. La primera etapa se desprende a los seis segundos, y la segunda sigue su viaje impulsada durante 21 segundos más por el resto del carburante. A los 55 segundos, llega a 70 kilómetros de altura y empieza a eyectar la estela de sodio, amarilla al principio, rosada cuando la ilumina el sol. Entre los 70 y los 120 kilómetros, vientos de hasta 300 kilómetros por hora zarandean la estela violentamente. Luego se estabiliza para convertirse en una gran nube rosada que se extiende hasta casi 300 kilómetros de altura.
Esa nube se convierte en "vedette" de los cinco ansiosos observadores que la fotografían desde sus estratégicos puestos. Durante 26 minutos, obtienen simultáneamente tres exposiciones por minuto, exactamente sincronizadas por un eficaz sistema de comunicaciones.
Con esas fotos, se hace posteriormente la restitución de los puntos característicos de la nube, pudiéndose establecer así su posición en el tiempo y en el espacio. Esos datos permiten determinar la dirección e intensidad de los vientos en la alta atmósfera, y hacer un estudio de la zona de turbulencia.
Con esas fotos, se hace posteriormente la restitución de los puntos característicos de la nube, pudiéndose establecer así su posición en el tiempo y en el espacio. Esos datos permiten determinar la dirección e intensidad de los vientos en la alta atmósfera, y hacer un estudio de la zona de turbulencia.
El año pasado, las operaciones se efectuaron en París, con la participación de científicos argentinos de las universidades de Cuyo y Buenos Aires. Este año serán estos los que harán los intrincados cálculos, cuyos resultados, unidos a los que se obtengan en el resto del mundo, tendrán decisiva influencia en los lanzamientos de futuros astronautas y en los distintos aspectos de la investigación espacial.
Fuente: www.magicasruinas.com.ar
Yo Juan José Varrone, técnico mecánico en comunicaciones y radares del Ejercto Argentino y egresado de un curso de pos graduado realizado en G.I.V.A.durante dos años gracias de excelentes profesores y sub-oficiales de la FF.AA.que habían estudiado en Inglaterra. Recuerdo además al Ing. Primitivo Padilla, primer profesor civil en G.I.V.A, una reciente biblioteca lleva su nombre. (1956/58), participé en el lanzamiento y seguimiento del Centauro emitiendo su estela de sodio, con un radar MKVII de seguimiento automático proporcionando datos de azimut, elevación y distancia. Había también tres cine teodolitos en angulo de azimut de 120 grados, filmando la nube cuando ya el Sol iluminaba la nube de sodio. Fue una interesante experiencia. Chamical era un pueblo chico y habitantes muy amables y quintas de olivares. El Dr. Costa, me me invitaba a su casa a almorzar, que además tenia una refrescante pileta de natación que atenuaba la temperatura del lugar. Yo tenia entonces 25 años de edad, hoy con 86 años..
ResponderEliminarJuan Jose Varrone
juanjose1936gmail.com.