Sigue a continuación una interesante nota publicada el día
de ayer en el portal de ciencia NCYT (noticiasdelaciencia.com), analizando las
implicancias políticas, tecnológicas, y geoestratégicas del programa de satélites
geoestacionarios de telecomunicaciones argentino.
EL SATÉLITE QUE PONE EN ÓRBITA A ARGENTINA
Para la historia de la ciencia y la tecnología de Argentina, 2014 quedará señalado como el año del lanzamiento del primer satélite geoestacionario diseñado y fabricado por un país de América Latina. Situado a 71,8 grados de longitud Oeste y a 36.000 kilómetros de altura, ARSAT-1 ya ofrece servicios de telecomunicaciones para el Cono Sur y supone el primer paso de un plan más ambicioso para contar con un sistema espacial que contribuya al desarrollo social y económico del país.
Con un peso de tres toneladas, el satélite se mueve acompañando a la Tierra desde que alcanzase su órbita hace poco más de un mes y lo hará al menos en los próximos 15 años. El cuerpo principal del artefacto mide dos metros de ancho por 4,4 metros de largo, pero con el despliegue de sus paneles solares alcanza 16,42 metros de envergadura, y cuenta con una antena de comunicaciones de dos metros de diámetro.
Los satélites geoestacionarios permanecen siempre sobre el mismo punto de la Tierra y por eso son los encargados de las telecomunicaciones. ARSAT-1 ofrece servicios de telefonía, televisión e internet y cubre una amplia zona que, además de Argentina, alcanza a tres países vecinos: Chile, Uruguay y Paraguay. Entre sus virtudes está ofrecer cobertura a zonas muy poco pobladas a las que no podrían llegar estos servicios de otro modo e incluso a las bases antárticas y a las Islas Malvinas.
En este sentido, el proyecto tiene un componente político y geoestratégico importante, puesto que la Unión Internacional de Telecomunicaciones había asignado a Argentina dos posiciones espaciales, 71,8 y 81 grados de longitud Oeste, que hasta ahora estaba ocupando con satélites alquilados. Por si fuera poco, el Reino Unido aspiraba a ocupar estas mismas posiciones, pero en la primera de ellas ya tiene su lugar el nuevo satélite, que es controlado desde la Estación Terrena Benavídez, al Norte de la provincia de Buenos Aires.
A pesar del logro, no faltan las críticas sobre la propaganda política que rodea un proyecto que fue impulsado hace más de una década durante la presidencia de Néstor Kirchner y que ha costado unos 2.000 millones de pesos (190 millones de euros). El Gobierno habla de 'soberanía satelital' y destaca que solo Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Israel, India y los países de la Unión Europea han sido capaces de lograrlo. Por el contrario, algunos políticos de la oposición han cuestionado la iniciativa y restan importancia a la 'argentinidad' de un desarrollo tecnológico que ha contado con el respaldo de Francia y Alemania y cuya puesta en órbita se realizó gracias al cohete francés Ariane 5 lanzado desde la base de Kourou, en la Guayana Francesa.
Según explica Hugo Alberto Nahuys, ingeniero de la empresa pública ARSAT, que ha construido el satélite, "muchas tecnologías clave han sido totalmente desarrolladas en Argentina, como la computadora de control de orientación, con todo su hardware, software y algoritmos de control, así como los paneles estructurales de uno de los dos módulos del satélite, el de comunicaciones. El otro módulo es el de servicios y las dos partes se construyeron de forma simultánea para ensamblarlas al final y agregar los paneles solares y la antena de comunicaciones".
Nahuys señala también que “es habitual toparse con muchas dificultades en todas las etapas del diseño, fabricación, integración y ensayos de un satélite de esta complejidad, pero el secreto del éxito es resolverlas correctamente y aceptar retrasar el proyecto si es necesario para no comprometer el nivel de calidad”.
En su opinión, para el sistema de ciencia y tecnología del país hay un antes y un después de este acontecimiento desde el punto de vista técnico y humano. “Estamos convencidos de que la puesta en órbita del ARSAT-1 marca un hito en la historia aeroespacial argentina porque ha demostrado que se adquirieron y desarrollaron las capacidades para implementar misiones satelitales que requieren los más alto niveles de confiabilidad”, comenta el ingeniero.
Por su parte, Diego Hurtado de Mendoza, físico e historiador de la ciencia que dirige el Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y de la Técnica José Babini de la Universidad Nacional San Martín, considera que el principal éxito del proyecto hay que situarlo en el terreno de las políticas tecnológicas, ya que alcanzar una meta tan compleja requiere “una trayectoria de aprendizaje y fortalecimiento tanto de empresas como de instituciones públicas de investigación y desarrollo”.
El experto añade que El ARSAT-1, "al igual que otras políticas científicas de impulso a los hidrocarburos o la energía nuclear, apunta a trasformar la matriz productiva, generando puestos de trabajo cualificados y aportando valor al comercio exterior. De alguna manera, es una apuesta por la tecnología para dejar atrás el perfil de país agroexportador".
Se trata –dice– de "un logro que ayuda a recuperar la autoestima y la confianza en las capacidades propias después de que las agresivas políticas neoliberales de la década de los noventa abandonasen cualquier idea de desarrollar el sistema científico-tecnológico nacional".
La tecnología espacial implica desarrollar materiales avanzados, microelectrónica, propulsión, telemetría, software y mecánica estructural entre otras muchas disciplinas, tanto en el sector público como en el privado, destaca el experto, así que no es de extrañar que alrededor de la compañía INVAP, la principal contratista del proyecto ARSAT-1, participaran más de 100 entidades, entre empresas e instituciones públicas.
Las innovaciones complejas son “las de mayor valor agregado”, asegura Diego Hurtado, que destaca el hecho de que INVAP haya sido capaz de crear redes de interacción y transmisión de know-how a otras empresas. "Ante un salto tecnológico de estas características, a veces, las empresas que se necesitan no existen y hay que crearlas. Alrededor de INVAP está creciendo un ecosistema de empresas con una cultura diferente a la historia empresarial de aversión al riesgo y de atraso técnico”.
Para Hurtado, que también pertenece al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y es especialista en historia social de las ciencias, “la tecnología espacial debe impulsar procesos de aprendizaje para la incorporación de nuevas tecnologías a otros sectores de la economía”.
El ingeniero Raúl Fernando Hisas, de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE, la agencia espacial argentina), destaca que "la información generada desde el espacio puede ser de utilidad en actividades tan diversas como la agricultura, la minería, el medio ambiente, la gestión de emergencias e incluso la salud, por ejemplo, para llevar a cabo estudios epidemiológicos".
El Plan Nacional Espacial de Argentina pretende alcanzar esos objetivos a través de un desarrollo tecnológico sin precedentes. En el segundo cuatrimestre de 2015 debería ponerse en órbita el ARSAT-2, cuya construcción está muy avanzada, y en 2017 el ARSAT-3 completará una constelación de satélites que pretende garantizar el futuro de las telecomunicaciones en la región.
Sin embargo, el futuro aeroespacial del país va mucho más allá del programa ARSAT. Por ejemplo, está en fase de desarrollo la misión SAOCOM (Satélite Argentino de Observación Con Microondas), que tendrá como objetivo medir la humedad del suelo y obtener datos en cualquier situación climática a través de varios satélites, también geoestacionarios. Este proyecto se desarrolla en colaboración con la Agenzia Spaziale Italiana (ASI) y es “particularmente importante para el sector agropecuario argentino y para el manejo de emergencias como inundaciones”, explica Hisas, que es su coordinador. En un futuro, dos de estos satélites trabajarán en conjunto con otros cuatro italianos para conformar el Sistema Italo Argentino para la Gestión de Emergencias (SIASGE).
El ingeniero de CONAE también es responsable de la Misión SAC-D Aquarius, en cooperación con la NASA, que en 2011 puso en órbita un satélite de observación climática y oceanográfica. Un objetivo similar tendrá la misión SABIA-Mar (Satélite Argentino Brasileño para Información del Mar), en cooperación con Brasil, que se propone realizar estudios oceánicos y costeros a partir de 2017, en particular, sobre cuestiones como el ciclo del carbono o los hábitats marinos.
Además, la agencia espacial argentina trabaja en el proyecto SARE, que constará de una serie de pequeños satélites que operarán en red y que “en conjunto podrán dar las prestaciones de misiones más grandes, costosas y de mayor tiempo de ejecución”.
El país sudamericano también quiere emanciparse a la hora de poder enviar al espacio estos desarrollos tecnológicos sin tener que trasladarlos a la Guayana Francesa, al menos en el caso de los satélites de SARE, que tan solo tendrán un peso de unos 250 kilogramos. Por eso, paralelamente a los proyectos anteriores, también prepara el cohete Tronador II. Tras realizar pruebas en una etapa anterior, CONAE espera tener lista la lanzadera espacial para finales de 2015, ubicada en Puerto Belgrano, la principal base naval de la Armada Argentina.
Ante un futuro próximo cargado de proyectos, Raúl Fernando Hisas considera que el país ha alcanzado “la madurez tecnológica suficiente y que todos estos planes espaciales generarán información continental y marítima fundamental para el desarrollo socioeconómico. ARSAT-1 es una clara expresión de lo que esperamos poder realizar en los próximos años”, asegura. (Fuente: José Pichel Andrés/SINC/DICYT)
Fuente: NCYT
Me llamo Erika Celedonio-Peñaflor y soy profesora de español. Estoy desarrollando un proyecto curricular. Me gustaría saber cuál es el procedimiento para poder usar este material. Le agradecería cualquier información.
ResponderEliminarPor su atención, gracias.
Erika Celedonio-Peñaflor
Estimada Erika
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