Sigue a continuación una interesante nota publicada ayer (9/11) en Tiempo Argentino, destacando la labor diaria que se realiza desde la Estación Terrena de Benavídez para monitorear y controlar los satélites de comunicaciones de la empresa estatal ARSAT. Vale la pena leerla detenidamente.
DE BENAVÍDEZ AL ESPACIO: UNA VISITA AL CENTRO DE CONTROL DE LOS SATÉLITES ARGENTINOS
Tiempo recorrió la Estación Terrena Benavídez, el lugar desde donde se monitorean los dos satélites geoestacionarios que orbitan alrededor de la Tierra y que brindan servicios de telecomunicaciones a todo el continente americano.
Crónica de un trabajo silencioso y meticuloso de 20 personas que se turnan para vigilar en todo momento a los ARSAT-1 y 2.
Puede ser culpa de la inimaginable distancia que nos separa de ellos o de la ilusión mágica que generan los grandes avances de la tecnología. Sea lo que sea, a todos se nos hace difícil pensar en el trabajo de las personas que están detrás de los satélites geoestacionarios argentinos ARSAT, esos dos gigantes que orbitan a 36 mil kilómetros de la Tierra. Por eso Tiempo fue hasta la Estación Terrena Benavídez para conocer de cerca su tarea.
El grado de abstracción que necesitan para calcular cada movimiento de los satélites es tan grande que desde la empresa estatal de Soluciones Satelitales, más conocida como ARSAT, consideraron fundamental que los integrantes del equipo que iba a encargarse de operarlos desde la Tierra viajaran a Bariloche, donde se ensamblaron, para verlos antes de que fueran enviados al espacio. "Era una manera de mostrarles lo que estaba detrás de los simuladores con los que se habían preparado hasta ese momento. A partir de entonces, los satélites dejaron de ser algo abstracto", recuerda el ingeniero Juan Aurelio, jefe de operaciones de ARSAT.
Contacto terrestre
Para empezar a unir los satélites en el espacio con las personas que los operan aquí, en Argentina, el primer paso es ubicarnos en la Estación Terrena Benavídez, que se encuentra en el partido de Tigre. Allí se construyó el único predio con capacidad para controlar los equipos desde el momento en que son soltados por el cohete Ariane 5. Desde ahí ordenaron las maniobras que llevaron a los dos satélites argentinos hasta las históricas posiciones orbitales asignadas a nuestro país: la 72° Oeste, donde presta servicios el ARSAT-1, y la 81° Oeste, donde está el ARSAT-2.
El equipo encargado de operarlos está integrado por 20 personas y es comandado por Aurelio. Su labor es muy intensa: el trabajo se divide en turnos de 12 horas y en grupos que funcionan tanto de día como de noche con al menos tres personas, más allá de que durante las maniobras son necesarios más profesionales.
"El satélite tiene que estar controlado las 24 horas. En definitiva, es un aparato como cualquier otro y puede tener una anomalía", señala Aurelio. "Como nuestra función es prestar servicios de comunicación, con ARSAT-1 al territorio argentino y con ARSAT-2 a toda América, tenemos que restablecer el servicio lo más rápido posible en caso de que haya algún problema. Y eso requiere que la gente que lo opera esté capacitada, esté acá y sepa cómo reaccionar", añade.
Esa intensidad con la que se vive en la Estación Terrena Benavídez es proporcional al silencio con el que se trabaja: si todo marcha debidamente, nadie notará la presencia del equipo de operarios. Esa esencia anónima, justamente, se asienta sobre un grupo solidario y comprometido con la magnitud del servicio que brinda. Una especie de familia, en definitiva, ya que además son más las horas que comparten en ese lugar que las que pasan en sus casas junto a sus seres más queridos. "Los operadores somos como hermanos trabajando por un proyecto que sirve al país y a su gente. De algún modo, los trabajadores del INVAP –NdR: la empresa argentina de alta tecnología que estuvo a cargo de la fabricación de los equipos- son como los padres y nosotros, tanto los ingenieros como los controladores, seríamos una especie de padrastros de los ARSAT, porque estamos las 24 horas con los ojos puestos en el mismo bebé", define, en una metáfora acertada, el ingeniero electrónico Nicolás Tombolán.
La entrega de este miembro del equipo parece tener mucho que ver con su historia personal como español hijo de argentinos, que llegó a nuestro país a los 18 años para conocer sus raíces y estudiar en la universidad pública y gratuita. Quizás ese pasado y este presente lo lleven a sentir ese "orgullo como argentino de que el Estado tome el rol de explotar el espacio, un recurso invaluable que no puede dejarse libre para que se beneficie otro", reflexiona.
Sin distracciones
Además de Aurelio y Tombolán, otros cinco operarios trabajan atentos y concentrados durante la hora y media en que la Estación Terrena Benavídez recibe a Tiempo. Entre los presentes, pueden distinguirse los dos grandes equipos de trabajo que coordinan los ARSAT: la parte de ingeniería, encargada de dirigir y monitorear las operaciones de dinámica orbital (calculan órbitas y maniobras) y sistemas (analizan datos y vida del equipo); y los controladores satelitales, pilotos y copilotos entrenados para enviarles los comandos a los satélites.
Durante la nota, sus explicaciones son claras y nuestras preguntas bienvenidas, pero los diálogos no dejan de ser breves y espaciados. Siempre hubo más de tres operarios dedicados exclusivamente a monitorear los ARSAT ya que el protocolo es tan claro como rígido: ningún profesional a cargo de los dos satélites geoestacionarios argentinos puede distraerse de su trabajo.
Ese es el compromiso que se respira en la sala de operaciones. Y es el mismo del que se enorgullece Aurelio: "El factor humano es fundamental. Parece exagerado, pero un acontecimiento como puede ser un lanzamiento implica muchas horas de trabajo y mucha intensidad y, si el equipo no se siente como tal, no es lo ideal. ¿Por qué las cosas salen como salen y seguimos adelante? Porque hay equipo."
Sólo por esa razón, cada vez que miremos al cielo y tratemos de imaginarnos por dónde andarán nuestros representantes argentinos en el espacio, valdrá la pena recordar que aquí en la Tierra tenemos algo que vale tanto como los propios ARSAT: el compromiso de aquellos que trabajan y operan, a 36 mil kilómetros de distancia, para que nuestra soberanía satelital sea realidad.
El desafío de exportar tecnología
Los días que corren, aunque los ojos estén puestos en los satélites, también se viven expectantes en la Estación Terrena Benavídez de ARSAT. Y vaya si es entendible: luego de haber vivido la privatización del espacio radioeléctrico en los '90, ser hoy parte de la élite de ocho países capaces de producir satélites geoestacionarios y, además, tener dos brindando servicios de telecomunicaciones no es un logro que los especialistas imaginen perder.
"Todo el desarrollo conseguido estos años en Ciencia y Tecnología es invaluable y debe ser aprovechado por esta y la próxima generación. Por eso, vivimos estos momentos con gran expectativa. Sea quien sea el próximo presidente y más allá del deseo de uno, lo que pido es que vengan y vean el trabajo que hacemos acá: se darán cuenta de que es una realidad, un gran avance y el resultado de una inversión que no se puede tirar a la basura", reflexiona el ingeniero Juan Aurelio, jefe de operaciones de ARSAT.
Por eso, en la Estación ya se ilusionan con operar el ARSAT-3, que sería lanzado en 2019 y por estos días se encuentra en la etapa final de definición de su misión y de diseño detallado. Lo cierto es que ese no es el único programa con el que sueñan los especialistas. "Uno de nuestros objetivos es poder exportar estas tecnologías a aquellos países que tengan la necesidad de contar con este servicio. Ese es, sin dudas, un gran desafío", detalló a Tiempo Aurelio.
"Somos parte de la historia"
Hace ya cuatro años que Ezequiel Zapata trabaja como controlador satelital de los equipos que Argentina lanzó al espacio y, desde esa experiencia, asegura que ARSAT le cambió la vida. Ese lugar común, sin embargo, está lejos de ser una exageración. Este técnico electrónico de 28 años jamás se hubiera imaginado el nivel de ansiedad con que vivió el lanzamiento del ARSAT-1 y que lo llevaron a llegar tres horas antes a la Estación Terrena Benavídez para hacerse cargo de la primera maniobra.
“Un profe de la secundaria me convenció para que aplicara en la búsqueda que estaba haciendo ARSAT y, si bien me encantó la idea, jamás imaginé que se me terminaría dando. Es un orgullo trabajar acá, porque entendemos lo que significa para el país”, destaca Zapata.
A este operario oriundo de Don Torcuato le cuesta poner en palabras ese compromiso con el que se trabaja para ambos satélites, pero justamente recordando el día a día es que encuentra su respuesta. “La dimensión de este trabajo se comprende cuando interpretamos el contexto y nos damos cuenta de que somos nosotros los que apretamos los botones o realizamos las maniobras de los satélites. En nuestras guardias de 12 horas, siempre caemos en eso: ‘¿te das cuenta que estamos siendo parte de la historia?’ Es muy loco googlear y encontrar nuestra foto… Son cosas que uno se guarda para contarle a sus nietos", resalta.
Fuente: Tiempo Argentino
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